PREGÓN SEMANA SANTA DE HELLÍN 2024

PREGÓN SEMANA SANTA DE HELLÍN 2024



Autor: Rafael Fernández Guerrero (Universidad de Valencia) rafael.fernandez@uv.es

Colaboradores: Melisa Pedrosa García

Unión Musical Santa Cecilia de Hellín

Miércoles de Ceniza, Academia del Rosario en la Calle de Eras de Hellín, años 1960, 61, 62…

A la una de la tarde, suena un tambor y lo hace con la amabilidad de un buen tocar, desde la pequeña terraza de la casa de D. Eulogio (médico que a tantos de nosotros atendió).

Una mujer joven, que sin duda llevaba la cruz de ceniza en su frente impuesta esa mañana en el Colegio de la Compañía de María, iniciaba el templado de las pieles de su tambor y, con los toques propios de Hellín, revolucionaba los sentimientos de los numerosos estudiantes que, en el aula de estudio, esperábamos la hora de salida del mediodía. Nos mirábamos y a algunos se nos erizaba el pellejo.

LA SEMANA SANTA DE HELLÍN HABÍA ARRANCADO.

Dignas autoridades, presidentes de nuestras asociaciones de Semana Santa y de las Cofradías y Hermandades; señoras y señores; BUENAS TARDES.

Mi agradecimiento a la Junta Directiva de la Asociación de Cofradías y Hermandades de la Semana Santa de Hellín y a su presidente, quien tuvo la amabilidad de trasladarme el encargo que hoy me trae ante ustedes. Gracias por colmarme, con quizá, el mayor honor que podría recibir de este, mi querido pueblo.

Cuando usted me llamó, manifesté mi sorpresa, hasta el punto de hacerle dudar sobre la aceptación del reto de componer un pregón para nuestra Semana Santa. Recuerdo con la amabilidad que usted me transmitió que podía no aceptar.

¿Acaso podía no aceptar?

Les confieso que negarme hubiese sido un irreparable acto de cobardía. La respuesta no podía ser otra que un sí, pero efectivamente cargado de dudas: Dudas sobre si el honor era merecido y dudas sobre mis capacidades para acometer el encargo.

Y quiero seguir confesando abiertamente ante ustedes, aquí, donde en tantas ocasiones lo hice de joven en la discreción del confesionario.

Porque siguieron las dudas, porque tenía que definir, cómo cumplir el compromiso contraído y, como académico que soy, repasé la oratoria de Aristóteles para componer las cuatro partes del discurso: el exordio, la narración, el argumento y la peroración.

Sin embargo, mientras tanto, desde la sabiduría popular, el presidente del Ecce Homo y Román desde Tobarra mientras me ajustaba un tambor y Carlos Valverde y los Barra y algunos más, me repetían cuando detectaban mi preocupación: Haz lo que tú sepas.

Y recuperé al filósofo Javier Sádaba cuando nos dice: “…la cuestión no es decir algo nuevo, sino decirlo de nuevo…” y recordé también a otro filósofo amigo, Javier Gomá, cuando afirma: “…la fuerza de la emoción, supera con creces a la razón…”.

Nunca imaginé que filósofos prestigiosos, con anotaciones tan básicas, me sacasen de mi estado de desasosiego, dando soporte al saber popular, incluso desafiando a Aristóteles y a Kant.

Entonces busqué como empezar y recurrí a Benedetti y su poema Amanece:

“Cuántos sueños escondidos

sin saber qué hacer con ellos

cuántos momentos perdidos, lejanos, queridos, bellos…

No saber cómo atrapar

el profundo sentimiento

que al suave despertar

es la brisa y el aliento.

Como nube que entorpece

la mirada en el recuerdo

es la mente que enloquece

que vivirlo ya no puedo.

Cuántos sueños escondidos

sin saber qué hacer con ellos,

cuántos momentos perdidos,

quizás… esté ya despierto”

Y así, amanece este anuncio de nuestra gran fiesta, que lo hago público como resultado de mis sueños escondidos, de mis experiencias personales, con mis intensas emociones vividas en nuestras semanas santas junto a ustedes.

Y hago el anuncio sin quitarle razón a Juan Fajardo “Peteneras” en su inteligente verso grabado en la piel de su tambor: “No busques al pregonero de nuestra Semana Santa, que son sus propios tambores los voceros que la cantan”.

Porque es cierto Juan, nuestra Semana Santa es tan fuerte que se pregona sola, pero no quiero descuidarme o parecer que voy de “sobrao” y verdades como estas, pueden llevarnos a engaño y dejar que otros hagan camino, mientras nosotros nos quedemos “paraos” confiando en nuestra fuerte naturaleza. Debemos dotarnos de nuestra propia narrativa, contar nuestro precioso cuento y evitar que otros lo cuenten por nosotros.

¿Qué hellinero no ha sentido alguna vez que otras semanas santas se situaban en mejor posición del conocimiento de su singularidad que la nuestra?

Por eso: Quiero declarar en voz alta y en sitio público, algo que conviene que todos sepan, anunciando la celebración de una gran fiesta e invitando a todas y todos, hellineros y foráneos a participar con nosotros en ella. Ese es el encargo recibido.

Como la mayoría de quienes me precedieron en este mismo lugar, asumo la responsabilidad del protagonismo de este acto y hago mío lo que alguien dijo: “el corazón late fuerte en mi pecho, porque voluntariamente acepté con cierta ingenuidad, si no inconsciencia, esta altísima responsabilidad”.

…/…

Recuerdo, sin ningún pudor, las veces que he pregonado la Semana Santa de mi pueblo sin que nadie me invitase a hacerlo. Siempre he encontrado la oportunidad de hablar de nuestra singular Fiesta, en España y en el extranjero, de sus tambores y de su imaginería y por qué no, del orgullo de ser costalero.

Sin embargo, en esta ocasión el compromiso adquirido, me abría la oportunidad de recuperar tantos sueños escondidos:

Empecé a recordar a nuestros maestros imagineros, Zamorano, Millán, Paco Caza, Barra……y la tertulia del pino en la mañana de Viernes Santo.

Y como no hablar de nuestra literatura, en prosa o en verso: D. Mariano Tomás, pasando por “El tambor hellinero” de Tomás Preciado, hasta el tambor pregonero de “Peteneras” o los versos de Soria en “La Portalí” y nuestras revistas y carteles.

Nuestros cronistas, oficiales o no: Estrambasaguas en los años 50, Ruescas, Antonio Moreno… y Losada, Iniesta o las investigaciones de Picatoste hace más de un siglo y tantos más…Los cuentos de Sol Sánchez y las acuarelas y pensamientos de Martínez Olivares. Nuestros pintores: Luzgardo, Reolid, Espósito y muchos más que podría recordar.

Y las bandas de música, una con el corneta Roberto ensayando en la calle “Empedrá” donde yo vivía. Al maestro Cañamón al frente de la banda municipal, bailando pasodobles por la calle López del Oro detrás de “La Dolorosa” el Domingo de Resurrección. Y surgieron mis anécdotas de nazareno desde los tres años: Juanico con el estandarte, Pepe, admirado mayordomo de trono de “La Dolorosa”. La falta de costaleros y las carrozas. Mi querido Ángel Valverde con “El Prendimiento” cuando no encontraba costaleros para bajarlo del Calvario o perdía el miércoles el brazo del “sayón” contra una cornisa y tenía que volver a salir en la procesión del viernes.

Y “el Sape” y Pedro con su inseparable hermanico y el “Fali” con la cruceta de la asociación y Antonio Jiménez y Juan…

Mi tío Ignacio “el Valcarcer” con su DKV repartiendo lechugas y habas en la calle ancha dejándolo “to perdío”.

El bar Ribazo o los posteriores almuerzos del “Paso Gordo” en el Calvario con Landete. Las Clarisas que elaboraban nuestros escudos con finos bordados. Y la “Tía Reinica” al paso del Vía Crucis por el callejón del Beso.

Las peñas: “el Galgo”, y su cruceta del Jandri, “La Alpargata”, “los Sereneles”, “la Pasión”…Solo los nombres de los cientos de peñas dan para un pregón como el que hiciera el “Tío Chanchero” en el año 89. El original pregón de Hilario con verso de D. Juan Andujar “si me quieres escribir…” y su preciosa despedida “Si me voy no me voy…”

La fila de las Andujar con la Pepa Marín en Sábado Santo.

La cena de los “Filibacos”

La oveja tamborilera.

Los huevos duros del “Poli”, los caramelos de “Sánchez” o la sobrasada del “Charles”,

el fotomatón del “cristalero” o el cornetín del “Nane”.

Eladio con su tambor siempre con su madre o el señorito Julio en su casa del Rabal.

“Rompetechos”, “los Periche”, “el Chato” y Arsenal, virtuosos del tambor, o el artesano

“Tío Pachiche”. Todos ellos serios tamborileros hasta que “la fiesta” los animaba con buen vino de “los Pinoseros” o quizá con la “destilería” de Avilio.

Y desperté y fui consciente de tantos recuerdos sin saber qué hacer con ellos, porque todo no cabe en el Pregón de la Fiesta hellinera.

Y con Caballero Bonald busqué un “Punto de partida”:

“En el pasado busco

lo que desconozco,

lo que acaso fue mío y no lo supe,

lo que apenas termino de encontrar.”

Y empecé de nuevo el recordatorio de forma más selectiva y en mi memoria viva, la familia Barra García. La imagen de Pilar aparece entre aquello que fue mío y no lo supe, su negra túnica tamborilera ajustada en la cintura por un bordón y la verde con la que se ponía bajo el trono del “Paso Gordo”. Cuánta razón tenía Cicerón: “La vida de los muertos, es la memoria de los vivos”.

A ella, Pilar María, dedico este desordenado pregón. Gracias Pilar por lo mucho que nos diste, te fuiste sin despedirte, quizá porque nunca te has ido y gracias, Alejandro y Mari Sol, por habernos dejado este ramillete de hellineros comprometidos con nuestro pueblo y con su Semana Santa.

…/…

Mi nombre Rafael, para muchos, “Rafa Ismael”. Hijo de hellineros; Manolo y Pilar Guerrero. Mi abuelo Ismael puso tienda en éste su pueblo a principio del siglo XX. En el Rabal nací y desde chiquillo en sus balcones, conocí con detalle nuestras procesiones y nuestros tambores.

Soy como mi padre fue, cofrade de la Hermandad de la Virgen de los Dolores, “La Dolorosa”. También lo fui de la Virgen del Dolor. A mis hijos, les apunté en “La Dolorosa” antes que en el Registro.

No soy un virtuoso del toque del tambor, no he sido el nazareno más disciplinado, seguro que no he sido el mejor costalero.

Pero, con tres años empecé a ocupar mi puesto en las filas de “La Dolorosa” y con catorce me estrené de costalero el Miércoles Santo, a los dieciséis portaba tres días a “La Dolorosa” y uno, el jueves, junto a Juan Muñoz, Avilés y mi hermano José Ismael, lo hacía con Nuestro Padre Jesús de la Misericordia.

Sin embargo, les aseguro que, para mí, sí que he sido el mejor, porque dejando a un lado la humildad, siempre que me he puesto la túnica, mis sentidos se han concentrado en el orgullo de ser nazareno. He sido y soy nazareno, pertenezco a un grupo privilegiado de personas que conformamos hermandades con todo lo que ello conlleva y además soy costalero y cada vez que mis jefes de turno me ponen bajo el trono, por mis venas se renueva la sangre y aún vivo con orgullo cada levantada. –

Llevo a La Dolorosa-

Pili, una de mis hermanas diría “ES LO MÁS”.

Les decía también que no soy un virtuoso tamborilero, pero he tocado el tambor con mis dos hijas y con mi hijo desde que aprendieron a andar.

Ser nazareno es la emoción vivida desde la infancia, ser tamborilero ha sido y es mi pasión.

A los doce años, de la mano de Juan Muñoz y de Avilés, desmonté mi tambor y aprendí a emparchar las pieles. Yo, sigo tocando en piel de cabrito y con palillos de carrasca. Y con pieles aprendieron a tocar mis hijos.

…/…

Hellín ciudad milenaria, crisol de culturas, situada en la confluencia de los reinos de Aragón, Granada y Castilla, vivió todo tipo de influencias en la Edad Media, desde la conquista árabe, a la repoblación de nuestras tierras con gentes de Aragón promovida por nobles murcianos como el Marqués de Espinardo, hasta las procesiones evangelizadoras de San Vicente.

Desde muy joven he leído sobre el origen de nuestros tambores y nuestras procesiones. Componiendo este pregón, he consultado más información y desde la revista Macanaz, cuyo primer número me facilitó mi amiga Tere Precioso, hasta publicaciones recientes, no he conseguido articular una síntesis rigurosa para ofrecerles a ustedes en un tiempo soportable.

Por eso, les animo a que lean nuestras revistas y consulten la prolija bibliografía sobre los orígenes de nuestra Fiesta Mayor en bibliotecas y archivos. Yo aquí solo pretendo ponerles en contexto, porque “conviene que se sepa lo que nadie pone en duda” y es que nuestra Semana Santa tiene historia, que las tradiciones lo son de profundo arraigo y que quienes han animado tantos sueños escondidos, son hellineras y hellineros que han conseguido que cada año la podamos renovar y celebrar con mayor esplendor.

Hasta ahora no nos podemos quejar, incluso podríamos calificarla como en el libro de Iniesta: “LA TAMBORADA MÁS GRANDE DEL MUNDO”.

Reconocimientos merecidos: Interés Turístico Internacional y Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. También otros muchos no tan sonados, pero no menos importantes. Conseguir esas prestigiosas nominaciones, no es cosa regalada. Con mi amigo tamborilero Rafa Roche, he conocido el esfuerzo continuado de esas mujeres y hombres que, proyectando nuestros tambores en reconocidos foros nacionales e internacionales, han conseguido que llegasen los merecidos títulos que hoy ofrecemos a locales y visitantes.

Lo que sí les anuncio es que, gracias a nuestra riqueza anterior, hoy se puede disfrutar de un arte superior en nuestras imágenes que representan La Pasión. Los mejores escultores del arte religioso de las diferentes escuelas han dejado en nuestra Semana Santa parte de su obra: Mariano Benlliure, Salcillo, Cuollaut-Valera, Fernández-Andes, Sanz Herranz, Víctor de los Ríos, Díes López, Hernández Navarro, García Villalgordo, Coullaut Terroba, Alvarez Duarte, Espadas Carrasca, Aguado Hernández, Sánchez Aranda y Rey Martínez, con ellos nuestro maestro imaginero José Zamorano que nos llena de orgullo con cada una de sus tallas.

…/…

La Asociación de Cofradías y Hermandades de la Semana Santa de Hellín, hermanada con la de Peñas y Tamborileros, celebran su primer acto oficial el Miércoles de Ceniza.
Ese miércoles, en el teatro que mi tío Pepe, hermano de mi madre, construyese hace 75 años para su pueblo y que lleva el nombre de mi abuela Victoria, presentadoras o presentadores dan a conocer los carteles y las revistas de las asociaciones de la Semana Santa de Hellín en una espléndida Gala.

En el prólogo, he saludado el comienzo de nuestra Semana Santa ese miércoles, pero no cuando de pequeño me imponían la ceniza, no, allí empezaba la Cuaresma, ya sabía que los viernes no podía comer carne, ya sabía que tenía que ser un poco más bueno de lo que había sido en el resto del año. Pero la Semana Santa empezaba con el toque del tambor de la hija de Don Eulogio.

Mujer, sin derecho a exhibir sus toques, por ser mujer, como no lo tenía la Dolores “La Oreica”, que salía en la tarde del miércoles y se sumaba a nuestra fila y los jueves con su túnica y tambor tocaba sola en el Rabal, orgullosa de ser tamborilera hellinera y mostraba su rebeldía haciendo caso omiso a las miradas insidiosas que le dirigían tantos hombres.

A pesar de aquellos impedimentos, nuestra Semana Santa tamborilera, para muchos de nosotros, la iniciaba una joven mujer con el buen tocar hellinero de su tambor.
El domingo de marzo siguiente al primer viernes del mes, el Cristo de Medinaceli, subirá al Calvario tras ser besado en los pies desde el viernes en su morada de San Roque. ¡Cuanto fervor y cuanta esperanza se deposita en esta imagen!

Ya, todo se acelera, hay que prepararlo todo y el tiempo, inexorable, sin embargo, nos parece cada día más corto. Mi Tere pregunta por los aros de los tamborcicos que diseñó “el Bobi” hace más de cincuenta años. Los comercios llenan sus escaparates con tambores, recuerdos y todo tipo de productos relacionados con la Semana Santa.

El Viernes de Dolores, las niñas y niños salen con sus tambores al comenzar la tarde.

Pero “la ocasión la pintan calva” y siguiendo la iniciativa del “Coqui”, mayordomo de trono del “Paso Gordo”, se desarrolló la ocurrencia de hacer para ellos, un paso infantil emulando las imágenes originales. Pequeñas y pequeños en régimen de igualdad, portan a hombros en procesión los pasos que cada año se suman a la ocurrencia. Se ha creado una cantera de costaleras y costaleros.

En la tarde del viernes son muchos los actos religiosos de las distintas cofradías y hermandades: “El Besapuñal” de La Virgen de los Dolores y el rezo de Los Siete Dolores a la Virgen del Dolor destacan por su solemnidad.

Cuando entra la noche, desde nuestra joya del convento Franciscano, La Inmaculada despedirá a los fieles que con antorchas alumbraran el Camino de Las Columnas, orando en las Estaciones del Vía Crucis hasta el Monte Calvario. Cuando este finaliza, los tambores saldrán a templar y nos iremos tocándolos hacia el Calvario a visitar la ermita y a cursar alguna plegaria para que todo salga bien en la esperada fiesta.

Llegado el domingo, la variedad de colores en las calles es deslumbrante. Niños y mayores lucen las túnicas de sus hermandades y pronto cogerán las palmas o las ramas de olivo bendecidas para acompañar en procesión al paso de “La Burrica”.

Que gran fiesta. Jesús entra vitoreado en nuestra ciudad. Ha llegado “El Salvador”. La euforia se desata en cada casa y muchos aplicaran el dicho de “Domingo de Ramos, quien no estrena, no tiene manos” y niños y niñas vestirán por primera vez la túnica de su hermandad, unas y otros, estrenarán guantes blancos o zapatos o la camisa o, como hacía mi madre con sus ocho hijos, aprovechar para reponer ropa interior, matando dos pájaros de un tiro.

Las figuras de Víctor de los Ríos sobre el gran trono elaborado por tres maestros hellineros de la imaginería: Paco Caza, el maestro Millan y Alejandro Barra, procesionan a hombros de cuarenta costaleros de todas y cada una de las Cofradías y Hermandades en turnos que ponen de manifiesto la solidaridad entre ellas. Cada una, aporta una representación con su estandarte para componer las filas de la procesión y las magníficas bandas de música locales, se intercalan entre ellas.

El lunes, la Semana Santa se traslada a la ermita de nuestra Patrona. Allí, la Virgen del Rosario, desde su Camerino, mirará con angustia la salida del crucifijo que anuncia la pasión de su hijo. La Cofradía de la Virgen del Rosario, con La Santa Escuela de Cristo, recorrerá las calles del “casco antiguo” del Pueblo protagonizando uno de los actos religiosos más profundos de nuestra Semana Santa que evoca las procesiones de San Vicente en el siglo XV. La alta Torre del Rosario, cantada en La Jota de Hellín, contemplará el recorrido y hellineras y hellineros harán cada Estación en el Santo Vía Crucis. Los tambores broncos que un día tocase Mariano Barra por el barrio de su abuela acompañan el cortejo.

El martes al atardecer, la procesión del Stmo. Cristo de la Preciosísima Sangre recorre las calles del “Hellín nuevo” desde La Parroquia del Corazón de Jesús a la de “la Asunción”, con La Virgen de las Penas y El Cristo.

Llegado Miércoles Santo, a las tres de la tarde comienza “La Tamborada” y se hacen honores a premiados o famosos en el “Monumento al Tambor”.

Los vencejos han regresado y sobrevuelan la Plaza de la Iglesia. Allí, Jandri y yo lucimos nuestros tambores con caja de hojalata, palillos de carrasca y pieles de cabrito, cintos de esparto (regalo de MariSol) y tornillos de puncha. Allí, nuestros hijos se han saludado cada año.

En ese punto, Merce, la más tamborilera de mis hermanas ya ha pasado varias veces para apretar un poco más su tambor y mi Javi, hermano pequeño, se había dejado ver fugazmente con sus amigos.

¡Hay que asomarse al Rabal! “El Medinaceli” ya está en el kiosco y lo hemos de ver pasando como Jesucristo lo hiciese sobre las aguas del lago Tiberiades, desplazándose sobre unas olas de tamborileras y tamborileros que tocan incansables celebrando su llegada desde San Roque. Ya en la plaza, junto a “Los Azotes”, descansan unos minutos antes de incorporarse a la procesión, tras la bajada del “Paso Gordo” por las escaleras de la puerta principal de la Parroquia de la Asunción.

¿Cómo describir los sentimientos que suscitan esas dos escenas? Las imágenes desplazándose sobre los tambores por el Rabal y el descenso de un gran trono de Alejandro Barra con la representación de la Oración del Huerto en cinco tallas de Coullaut-Valera.

Continúa la procesión y sobre las ocho de la tarde, en la puerta principal de la Asunción La Virgen de los Dolores, “La Dolorosa”, desciende por las escaleras a hombros de sus costaleros. En la Plaza, le espera su pueblo y cada año he saludado allí a mi prima Mavi con algunas de sus hijas. En los balcones, más familia, los Espinosa Fernández con sus “proles”.

El jueves, en “La Asunción”, el bullir de trabajadoras y trabajadores es intenso y entre ellos se mezclan los cientos de visitantes que muestran su entusiasmo ante tanto arte acumulado. Las imágenes, los tronos, las flores y plantas, las túnicas y los adornos de las vírgenes muestran un colorido y unos olores absolutamente evocadores. Allí siempre Luis Braguillas, artista de la composición y el gusto. Ahora viene acompañado, ¡qué remedio!

Entre ese trasiego, en La Plaza, comienza el acto solemne de Puesta en Andas del Cristo Crucificado. Aparecen los niños de la Hermandad portando la imagen y colocándola en su trono preparado para la subida al Calvario en la mañana de Viernes Santo.

Las mujeres buscaron su sitio en el protagonismo de la gran fiesta y ahí están, nadie cuestiona su participación. Pero los niños, no se quedan atrás, parece que unas y otros decidieron aquello de “o jugamos tos o rompemos la baraja”. Las mujeres conquistaron las andas como costaleras y por supuesto el derecho al tambor. Los niños van tomando posiciones en el protagonismo de diferentes momentos de la semana principal.

Llegada la tarde, los Oficios Religiosos llenarán las iglesias de fieles en la Eucaristía de la Cena del Señor, compartiendo con los sacerdotes la humildad cristiana cuando se realice el lavatorio de pies de los desprotegidos, una señal relevante para cualquier cristiano. Es un acto religioso, un rito que se celebra con la mayor solemnidad y sitúa la Santa Cena como origen de una nueva religión. La representación que a continuación se hace en la procesión, refleja diferentes hechos litúrgicos de aquellos momentos bíblicos.

Terminados los Santos Oficios, el entorno de los Capuchinos ya se encuentra plagado de túnicas de diferentes colores esperando colocarse en sus filas para acompañar a sus respectivas imágenes en la Procesión del Silencio.

La salida del Prendimiento y la de los cristos, (El Gran Poder, N. P. Jesús de la Misericordia) precede a la del trono andaluz de la Virgen del Dolor.

El trono de la Virgen necesita ser despojado de adornos de su palio para poder efectuar la salida por el arco de baja altura. Sus costaleros ocultos bajo los faldones del trono recorrerán metros desplazándose de rodillas. El palio se balancea, el silencio es angustioso y se escucha el roce de las rodillas sobre el suelo y los corazones se encojen. Una vez pasado el arco, el Pueblo de Hellín, agolpado en los alrededores viendo salir escoltada a la Virgen, rompe el silencio y da suelta a la tensión cuando Carlos María, Capataz del trono, lo levanta a la orden de “Al cielo con ella ¡valientes!”.

Mujeres con tejas y sus mantillas negras, sus guantes y sus rosarios, con una elegancia superior precederán a las imágenes de las diferentes hermandades alumbrando con sus velas las calles por las que pasan.

El incienso y las campanas acompañan en una procesión que supera cualquier expectativa cuando recorre las calles engalanadas de nuestro pueblo.

Recogida la procesión, hellineras y hellineros, llenan las calles con sus túnicas negras, sus capuces al cuello o pañuelos de diferentes colores y sus mejores tambores. Ha llegado el gran momento esperado.

Los artesanos del tambor han realizado verdaderas obras de arte en su tornillería; los relieves y grabados muestran nuestras imágenes y símbolos también en sus cajas de resonancia. Por las calles tamborileros con auténticos tesoros colgando de sus cintos y los veremos en filas con los toques característicos fieles a su tradición.

Durante la noche, cientos de visitantes nos acompañan y la mayoría de ellos vestidos con túnica negra y pañuelo en el cuello, cuando no portando un tambor cedido por la familia amiga. Es el momento de sentir el carácter solidario, abierto y generoso de los hellineros. Todo el que llegue puede incorporarse a la fiesta y recibirá ayuda para al menos, iniciarse en el toque del “racataplá”.

PREGÓN SEMANA SANTA DE HELLÍN 2024 – 2 PARTE














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Hellín