Luis López Navarro es conocido popularmente por los hellineros como “Luis el Retratista”.
Nació en la Línea de la Concepción (Cádiz) el 28 de Diciembre de 1908. Su padre fue Miguel, natural de Salamanca y su madre Leonor natural de León. Se dedicaban al mundo de la fotografía recorriendo casi todas las Ferias de Andalucía con una carreta en la que llevaban decorados, trajes de torero, de sevillanas etc., En uno de estos viajes fue cuando la madre de Luis lo trajo al mundo en La línea de la Concepción, aunque su lugar de residencia habitual era Ceuta. Así que, llevaba la profesión en los genes.
Luego llego la Guerra Civil española, fue para ellos como para muchas familias un mazazo, pues se dividieron sus miembros. Luis estuvo en el bando republicano y su hermano Miguel en el bando nacional, falleciendo en la batalla del Ebro.
Luis llegó a Hellín en el año 1938 de retirada como sargento (comandante de puesto), pero con el ascenso a teniente en el bolsillo; galones que nunca usaría. El mismo día que entró en Hellín se enamoró de Teresa Parrilla. Cuenta Luis Miguel que fue un flechazo:
Mi abuelo Luis me contaba que a mi Abuela Teresa la conoció de la siguiente manera: mi abuelo y su batallón venían caminando desde la estación por lo que es hoy la Carretera de Murcia y antes de llegar a lo los Cuatro Caminos mi abuelo divisó a los lejos a unas muchachas asomadas en los balcones; entre ellas estaba mi abuela. Al pasar a su altura les dijo a sus soldados: -vista a la derecha! y fue en ese momento cuando mi abuelo quedó enamorado de mi abuela. Al día siguiente, estaba mi abuelo pretendiendo a mi abuela Teresa…
con quien se casó pocos tiempo después (29 de Septiembre de 1938 ). Vivieron en el popular barrio de San Roque, en la calle Roche, 36 y tuvieron cuatro hijos: Miguel, Teresa, Leonor y Luisa.
Al terminar la guerra fue apresado y encerrado en la Plaza de Toros de Hellín, que era entonces el campo de concentración. Su futuro era incierto. El padre de Teresa que era de ideas nacionales intercedió para que la pena fuera la menor, fue juzgado y quedó libre.
Desde ese momento comenzó su vida laboral como fotógrafo. Como hemos dicho, vino con su profesión aprendida, pues su padre ya era fotógrafo y heredó el gusto por las cámaras.
Se dedicó a recorrer las ferias y fiestas de la zona con una carreta y una mula. La gente le esperaba como agua de mayo.
Nunca llegó a montar estudio fotográfico. Siempre iba con su cámara al hombro. La última, una Yashica. Su fotografía era el retrato, reportajes de boda, bautizos y comuniones. Hacía algunos trabajos de encargo para periódicos provinciales como la Verdad. Todos los fines de semana se bajaba al parque con su cámara para retratar a aquella gente que se lo pedía. Acudía a los partidos de fútbol o a los toros con su cámara al hombro. Y por supuesto, en Semana Santa no podía faltar en la Plaza de la Iglesia con su cámara para inmortalizar a tamborileros y nazarenos. En la Feria de Hellín se bajaba al Parque junto con otros colegas de profesión como el apodado ADIOS MUY BUENAS y Geromo, a preparar los caballos, cochecitos, toros, etc. donde todos los hellineros han pasado por sus objetivos; más adelante se incorporaron otros fotógrafos como Ángel (Manzanillo).
Falleció el 31 de abril de 1991 a los 83 años de edad
Revelaba en un pequeño cuarto de apenas tres metros cuadrados
No retocaba las fotografías. Si acaso, jugaba con la mayor o menor exposición a la luz en el revelado.
Se han conservado mejor las fotografías en blanco y negro que las de color.
Luis Miguel ayudaba a su abuelo a extender la emulsión de gelatina con brocha sobre la cinta plástica.
Una y otra vez pasaban la brocha sobre el rollo de película extendido.
Procuraba buena calidad del material fotográfico aunque no contaba con las cámaras tan grandes y tan modernas que utilizaba por ejemplo GESPI (Geromo Espinosa). Su pequeña cámara, que siempre llevaba con él, era suficiente para captar el espíritu del momento.
No tuvo local, ni estudio, era ambulante. Un fotógrafo callejero. Por eso las fotografías son reales, son las de la gente de la calle. No hay impostura, muy poca preparación y no hay retoque. Era la vida que pasaba delante de su cámara.
Recorría los eventos, las plazas, se paseaba por el parque, asistía a fútbol y toros, la feria… a veces eran los propios clientes los que le demandaban la fotografía. Otras veces disparaba porque había visto clara la ocasión.
Era retratista porque lo suyo eran las personas, captar un momento feliz, el momento entrañable, la boda, el bautizo o la comunión, una foto de novios, un paseo con las amigas por el parque o una ocasión especial…
Se popularizaba la fotografía y Hellín vivía tras la guerra un buen momento económico gracias al esparto. Los veinte años que transcurrieron hasta que comenzó la masiva emigración de hellineros, fueron los económicamente más boyantes de toda la historia del siglo XX hellinero. Esas mejoras económicas también significaban alegría y eso es precisamente lo que transmiten miles de sus fotografías.
Si tuviéramos que simplificar para explicar qué son las fotos de Luis, diríamos que son gente, son personas y son alegría; captan lo mejor de un momento y por eso no son solo retratos de personas, sino que son el documento gráfico, el testimonio de una sociedad que progresa.